El día se despierta
soleado en Oranmore, un pequeño pueblo de la costa oeste irlandesa. Miro el reloj y
todavía no son las 10. Con paso ligero, camino hacia el punto de encuentro con
mi próximo entrevistado. Han pasado muchos meses desde la última vez que cogí
grabadora, papel y boli, así que la mezcla de expectación, nerviosismo y
entusiasmo vuelve a resurgir. Unas nuevas circunstancias apaciguaron la rutina
periodística, pero no el olvido de una pasión (insaciable).
Hoy vuelvo a estar
detrás de las preguntas y en frente tengo a Oisin Browne, Vicecónsul Honorario
de España en Galway. Sentados en una sala amplia y luminosa de un conocido
hotel, con moqueta incluida, comenzamos la conversación. El motivo principal son las elecciones del
próximo 24 de mayo, de la cita autonómica y regional con las urnas. Pero otros
temas “hispanoirlandeses” también están en mi mente.
Hace un par de días me
puse, por primera vez, en contacto con Oisin. Como nueva y dudosa emigrante,
tenía cuestiones que resolver. Su rápida disposición amainó las preguntas que me
surgieron al no pisar suelo español y querer votar: ¿Qué tengo que hacer para
registrarme como no residente? ¿Cuál es la documentación requerida? ¿Plazo? ¿Lugar?
¿Cuál es la labor del
Viceconsulado? Browne, sencillamente, destaca la actuación de intermediario.
Como Vicecónsul, se encarga del registro y renovación del pasaporte a los
menores de 12 años, puede mediar en conflictos con la policía, en trámites
hospitalarios o en defunciones. Además de apoyar a los comerciantes españoles
que se atreven a emprender en este país.
Al hablar de proyectos comerciales, se aprecia
el interés que despierta el tema en Oisin, pues más que Vicecónsul, él se
define como un hombre de negocios. Es experto en marketing y ventas, accionista y autor de The Binman's Guide To Selling, libro sobre negocios publicado en 2013. Además, durante
dos años escribió en un periódico local, The Galway
Advertiser, la columna quincenal Drop the Monkey Business.
Pero para saber cómo un
experto en marketing llega a formar parte de la Embajada española en Irlanda,
Browne me cuenta su primer contacto con la cultura española en 2003: “Antes de dedicarme a los negocios, fui
músico. Tenía un grupo en Barcelona y vivía con 5 mujeres españolas, era como
tener 5 madres”.
Su experiencia por el
noreste de la península y el seguir en contacto con nuestro país, sin obviar su
popularidad en la zona, provocó que desde la Embajada española le preguntaran
si quisiera colaborar con el Viceconsulado en Galway. Así, tras la jubilación de
su predecesor, Ann Tobin, después de 17 años al servicio de la Embajada, fue
nombrado nuevo Vicecónsul el año pasado. “Fue como un accidente. No lo estuve
buscando, más bien, llegó” afirma.
En cuanto a la relación
que mantiene con la Embajada, Oisin explica que les traspasa aquellos casos
donde él no puede intervenir: “ellos están ahí para solucionar lo que desde el
viceconsulado no podemos”. Sus encuentros oficiales son contados. Dos veces al
año se reúne en una recepción con el Embajador español en Dublín, José María
Rodríguez Coso.
El entrevistado tiene
claro que la figura de esta institución, en cualquier país, es fundamental en
el apoyo a los emigrantes. “Es una necesidad” afirma el escritor y comenta las
numerosas ocasiones en las que ha recibido llamadas de españoles preguntando
qué tienen que hacer. Pues la situación de desconcierto es inevitable en la
llegada a un nuevo país. En el caso de la ciudad que nos acoge, Galway, la
cifra de españoles registrados oscila alrededor de 1.000. Pero la opinión
personal de Oisin es que dicha cifra se duplica: “Vas por la calle y oyes
hablar español a cada paso”.
Nuestro Vicecónsul se
considera un enamorado de la cultura española y duda al definir al español
medio. Nos conoce bien. Sabe que no puede englobar bajo un mismo concepto a los
46 millones de españoles: “España es un país muy grande. Si tu vas a Galicia te
encuentras una cultura, idioma o gente muy diferente a la que puede haber en
Barcelona o Andalucía”. Aunque si tiene que generalizar, define a España como
un país abierto y trabajador.
Respecto al punto en
común entre los dos países, Browne señala la forma de disfrutar la vida. En
cuanto a la diferencia, lo tiene claro, la comida. Horarios y motivos
distintos: “Los españoles cenan tarde y saborean la comida. Los irlandeses
pronto y rápido”.
La conversación sigue
en torno a la búsqueda de trabajo de los españoles, su inglés y las
oportunidades que pueden encontrar. Ambos tenemos claro que los sueldos
irlandeses son más altos que los españoles, trabajes de basurero, como hizo el
propio Browne, camarero o periodista. Aunque me rebate la idea de la diferencia
del nivel de vida. “He vivido en Barcelona y Alicante y no estoy de acuerdo de
que aquí los precios sean más altos” comenta.
Es casi mediodía y la luz que atraviesa la ventana nos avisa de los cambios meteorológicos. Estar en Irlanda y no
hablar del tiempo, es imposible. Es un factor que caracteriza este país. Su
color predominante, el verde, es coloreado día a día por la mezcla de lluvia,
viento y sol en cuestión de pocos minutos. Finalmente, el chascarrillo de la inutilidad del paraguas da por terminada esta conversación. Además es hora del lunch y como no, llueve.
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