lunes, 8 de abril de 2013

Vertederos de basura electrónica

Fuente: Guinguinbali. Acción por África

Una de las características de la sociedad occidental es el consumismo, el cual está fomentado por las grandes empresas debido a su constante renovación de productos, en especial, de dispositivos tecnológicos. Una de las estrategias para la venta de dichos productos es el recorte programado de la vida útil de los aparatos eléctricos, denominado obsolescencia planificada. La creciente demanda de estos aparatos está generando un flujo constante de residuos, los cuales van a parar a los países del Tercer Mundo. Las empresas responsables de este proceso califican esos residuos como aparatos de segunda mano. 
Pero, ¿son re-utilizables



En España, cada vez que se compra un dispositivo tecnológico se paga un canon para financiar el reciclaje una vez termine su vida útil y para tratar correctamente las sustancias contaminantes que posea. Por ello, se paga un total de 360 millones de euros al año. Además, para el reciclaje de los aparatos eléctricos y electrónicos, la Unión Europea promulgó un decreto, a través de la Directiva RAEE,  que promovía el reciclaje, la reutilización y la recuperación de los residuos de estos dispositivos y así reducir su contaminación. A pesar de ello, las plantas de tratamiento de residuos están casi vacías, y es que, la gran mayoría de estos aparatos acaban en chatarreros ilegales o exportados a países en desarrollo como productos de segunda mano.
Según Gonzalo Torralbo, secretario de las fundaciones medioambientales Tragamóvil, Ecoasimelec, Ecofimática y Ecopilas, en España hay alrededor de 10.000 productores de equipos eléctricos y electrónicos y que apenas 3.000 de ellos están inscritos en el registro de productores.  Este registro, de carácter obligatorio, es a través del cual las empresas declaran sus ventas y se comprometen a sufragar la recogida y reciclaje de sus productos al final de su vida útil.
Además, un informe de la ONG Basel Action Network, en 2005, mostraba que alrededor de 500 contenedores de residuos electrónicos llegaban al puerto de Lagos, en Níger, procedentes de Europa. En 2011, también las investigaciones de Danwatch, organización danesa, concluyen que al puerto de Tema, en Ghana, llegan mensualmente unos 600 contenedores europeos, 112.000 toneladas al año. Además, según el documental “Comprar, tirar, comprar” todos esos residuos se acumulan en vertederos de todo el país, un ejemplo es el vertedero de Agbogloshie, en el cual jóvenes de familias humildes buscan entre la chatarra el metal de los aparatos electrónicos para poder sobrevivir.
Los  contenedores están llenos de aparatos electrónicos obsoletos: televisiones, frigoríficos, lavadoras,  pantallas de ordenador, reproductores de DVD, ordenadores portátiles, teclados, impresoras, etc. Todos ellos, residuos que ya no sirven.
Prácticas que se saltan las leyes, ya que a las legislaciones anteriores se suman convenios y decretos como el Convenio de Basilea, el cual, tiene por objeto reducir el volumen de los intercambios de residuos con el fin de proteger la salud humana y el medio ambiente estableciendo un sistema de control de las exportaciones e importaciones de residuos peligrosos así como su eliminación. O, también, la existencia del Reglamento comunitario CE 1013/2006 de autorización de importación, exportación y traslado de residuos. Y es que la mayoría de las exportaciones se realizan de forma ilegal o con la excusa de que se trata de equipos en buen estado de funcionamiento y no de residuos. Según las Naciones Unidas, la violación del Convenio de Basilea por parte de las potencias occidentales hace que anualmente se exporten 50 millones de toneladas de residuos tóxicos a países de África o Asia.
Uno de los datos que nos puede explicar el por qué de esas prácticas es que, para Europa el reciclaje responsable, por ejemplo de un ordenador, es de unos 3,50 euros. Sin embargo, enviar ese mismo aparato a un país subdesarrollado en un contenedor para su reciclaje le supone el gasto de 1 euro. A su vez, un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente indica que la UE desecha 7, 4 millones de toneladas anuales de basura electrónica y se prevé para 2020 una cifra de 14, 8 millones de toneladas.
Esta creciente cantidad de residuos electrónicos europeos que acaba en países en desarrollo está provocando enormes impactos ambientales. Se forman así, grandes montañas de basura eléctrica. Como muestra el documental “Comprar, tirar, comprar” la economía del despilfarro está llegando a su fin. Y es que, ya no quedan lugares donde poner los residuos. Se trata de una situación insostenible, porque el planeta es limitado y no puede sostener este proceso para siempre.
La denuncia de esta situación conlleva a que muchos países se planteen una modificación de la legislación y lleven a cabo un mayor control sobre su política de tratamiento de residuos electrónicos. La solución más eficaz sería un completo cambio de nuestra conciencia y nuestros hábitos de consumo. Solución que conlleva un lento proceso de acondicionamiento. Es por ello, que los países desarrollados han optado por cambios más a corto o a medio plazo. Uno de ellos ha sido fomentar la sostenibilidad ambiental, comprendido en uno de los objetivos del milenio propuestos para alcanzar en 2015. 

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